El psiquiatra que “descubrió” el TDAH confesó antes de morir que “es una enfermedad ficticia”
A la psiquiatría hace tiempo que se le ve el plumero. Son tantas las enfermedades y trastornos que se describen en sus manuales que hoy en día lo raro es no tener nada. Después de hacer saltar las alarmas al incluir las rabietas en el último Manual de Pediatría DSM (la biblia de los psiquiatras) y después de ver como el gobierno estadounidense declara en un informe que 1 de cada 5 niños tiene un trastorno de la salud mental, cifras que parecen un insulto al sentido común de la población, porque es imposible que tantos niños estén mentalmente enfermos, aparecen unas declaraciones de Leon Eisenberg, el psiquiatra que “descubrió” el TDAH, que no dejan indiferente a nadie que viva o trabaje con niños.
El semanario alemán Der Spiegel, en un artículo en que ponía en relieve el aumento de enfermedades mentales en la población alemana, explicó que Eisenberg dijo, siete meses antes de morir, cuando contaba ya con 87 años, que “el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia”.
Los inicios del TDAH
Los primeros intentos por tratar de explicar que había niños con TDAH sucedieron en 1935. Por aquellos tiempos, los médicos habían tratado por primera vez a niños de primaria con un carácter inquieto y con dificultad para concentrarse en lo que se les pedía, bajo el diagnóstico de síndrome post-encefálico. Fue un intento que no cuajó porque claro, la mayoría de esos niños nunca habían tenido encefalitis.
En los años sesenta apareció el protagonista de nuestra historia, Leon Eisenberg, quien volvió a hablar de dicha enfermedad, pero esta vez con otro nombre, “reacción hipercinética de la infancia”. Bajo dicho diagnóstico pudo tratar a alumnos difíciles, probando diferentes psicofármacos con ellos. Empezó con dextroanfetamina y luego utilizó el metilfenidato, droga con la que consiguió su objetivo y que hoy en día prevalece como tratamiento de elección: los niños enérgicos se transformaban en niños dóciles.
¿Por qué renunció realmente Benedicto XVI?
En febrero de este año, Benedicto XVI sorprendió al mundo cuando se convirtió en el primer Papa en renunciar a la Iglesia Católica en casi 600 años. Pero la atención se dirigió rápidamente hacia la sucesión y el nombramiento de un nuevo pontífice. En medio de este drama, una pregunta nunca fue totalmente respondida: ¿por qué renunció Benedicto?
La respuesta oficial de Joseph Ratzinger ofrece como explicación el declive de sus capacidades físicas y mentales, pero ha persistido la sospecha de que había otras razones. Mis indagaciones han confirmado estas sospechas.
Comencé mi investigación visitando al cardenal nigeriano Francis Arinze en su apartamento ubicado en la vecindad de San Pedro. Él es una de las principales figuras de la Iglesia y conoce el Vaticano como la palma de su mano.
Arinze fue incluso mencionado en marzo como uno de los posibles sucesores del papa que había dimitido y fue parte de la selecta comitiva que escuchó personalmente la noticia de la boca de Benedicto en el Palacio Apostólico.
Le pregunté sobre los escándalos que antecedieron la sorpresiva decisión del Papa, en particular el tema de los “Vatileaks” que protagonizó el mayordomo del pontífice, Paolo Gabriele, al filtrar documentos confidenciales que exponían las luchas de poder dentro de la Iglesia. ¿Puedo haber sido ése un factor detrás de la renuncia? Su renuncia fue inesperada.
“Es legítimo que cualquiera especule y diga ‘quizás’, porque algunos de esos documentos fueron sacados secretamente. Pudo haber sido una de las razones. Tal vez estaba muy afectado por el hecho de que su propio mayordomo filtrara tantas cartas que un periodista tuvo material suficiente para escribir un libro.
“No creo que haya disfrutado lo que ocurrió”, me dijo el cardenal.
En el Vaticano, los miembros más jóvenes y ambiciosos de la Iglesia suelen recibir un consejo: “Escucha mucho, observa todo y no digas nada”. El hecho de que una figura tan importante se permita esencialmente un desvío de la línea oficial es significativo.
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