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Familia prueba vivir un año sin azúcar y se sorprende con los resultados

Entre otras cosas descubrieron que prácticamente todos los alimentos, incluso los más insospechados, contienen ese carbohidrato.

“¡Cuidado! El azúcar se esconde en los lugares más inesperados” es la principal advertencia que Eve O. Schaub hace luego de realizar un experimento junto a su familia, que básicamente consistió en intentar alimentarse durante un año completo sin ese carbohidrato o con el mínimo de él.

Eve plasmó su experiencia, la de su marido y la de sus dos hijas de 9 y 13 años en el libro “Year of no sugar” (“Un año sin azúcar”), que fue publicado el pasado 8 de abril y que muestra los inesperados efectos que tuvo para ellos eliminarla de su dieta.

El primer descubrimiento de Eve y su familia fue que el azúcar tiene “variados rostros”, que se esconden detrás de diferentes nombres como sacarosa; azúcar morena, de caña o de remolacha; impalpable o en polvo; jarabe de maíz alto en fructosa; miel y agave, entre otros.

Asimismo, pudieron percatarse de que prácticamente todos los alimentos contienen azúcar, incluso los más insospechados como el tocino, las galletas de cóctel, los aliños para ensaladas, las salsas de tomates, las sopas, las comidas de guagua, los condimentos, el pan envasado, la mayonesa y un largo etcétera.

“Los fabricantes la utilizan porque mejora el sabor de los productos, es un eficaz conservante y es barata, pero tenemos el derecho de saber si nos estamos envenenando a nosotros mismos”, explicó Eve al “Daily Mail”.

En una entrevista publicada por “The Huffington Post”, Eve relató que tuvo la idea de realizar el experimento en 2011, luego de ver un video en el que un endocrinólogo infantil hablaba sobre el azúcar y sus efectos en el organismo. “Durante muchos días después no podía dejar de pensar en ello. Dondequiera que iba veía azúcar (…) Me acerqué a mi marido y le dije que quería intentar comer sin azúcar añadida durante un año (…) Él fue un gran apoyo”, relató.

Sin embargo, no ocurrió lo mismo con sus hijas, sobre todo con la mayor y es por eso que Eve la animó a llevar un diario. “Sabía que habría un montón de veces en que estaría enojada conmigo y que no querría hablarme. En el diario ella podría sacar esas emociones afuera”, dijo.

Respecto a los efectos que tuvo el sacar el azúcar de la dieta, Eve señaló que lo más sorprendente fue que ninguno de los miembros de la familia bajó de peso y que su cuerpo comenzó a funcionar mejor, lo que verificó en la “precisión de reloj suizo” que tenía su digestión.

Asimismo, su sentido del gusto empezó a modificarse. “Las cosas dulces comenzaron a tener un sabor diferente, casi repelente. Cosas que normalmente se veían muy atractivas, se veían obscenas y repugnantes”, contó.

Agregó que notó mejoras en su deseo sexual, patrones de sueño y humor, así como también en sus niveles de energía y salud. “Nos sentíamos más saludables, parecía que nos enfermábamos menos, que nos mejorábamos más rápido o que los resfríos eran más leves. Mis hijas faltaron significativamente menos al colegio”, aseguró.

Cuando el experimento terminó, la noche de Año Nuevo de 2012, la idea era que la familia continuara con sus antiguas costumbres, pero fue algo difícil de lograr. “Definitivamente hemos conservado los paladares mucho más sensibles (…) Pasé de ser alguien a quien le gustaría un gran trozo de torta, a alguien que preferiría un sutil sorbete de fruta”, explicó.

Eve aclaró que el objetivo de su libro es que las personas estén más atentas a los productos que contienen azúcar y así puedan tomar sus propias decisiones. “Tenía muchas ganas de que el libro fuera atractivo y fácil de leer. No soy doctora, no soy nutricionista. Soy una mamá que decidió emprender una aventura”, afirmó.

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