Los mercaderes del templo
Un apunte sobre la corrupción “chilensis”
“Cuanto más corrupta una sociedad, más numerosas las leyes.”
Edward Abbey
La palabra corrupción viene del latín Corrumpere, si la descomponemos nos quedamos con cor (Corazón) y rrumpere (romper). Entonces, uno de los significantes posibles plantea la idea de romperse desde dentro.
Si partimos por esta consideración inicial, etimológica e interpretativa a la vez, los sobre-sueldos de nuestros parlamentarios fabulosamente (en el sentido de fábula) aplicados a gastos de “asesorías”, podrían indicar una lectura algo más compleja de la práctica de la corrupción. Se entiende, o se pretende entender, que la corrupción es un fenómeno que se despliega al margen de la ley, esto es, que su misma existencia resulta un insulto para la norma, que la perturba y degenera al mismo tiempo. No obstante, y esta es la idea central de este artículo, en las democracias liberales, y particularmente en Chile, la ley es el paso previo a la corrupción. Esta última se configura y se hace legítima porque hay una estructura jurídica que la sostiene. Existe ley sin corrupción más, en la actualidad, la corrupción le debe la vida a la ley.
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