Ustedes se preguntaran que haces esto aqui? se me habrán cruzado los cables? Bueno si pero no. Es decir, hay bastantes lecciones que del futbol nacen que podemos aplicar a los equipos de cualquier indole. De trabajo, grupos sociales, con metas y con objetivos. Iglesias? tambien. Creo que todo parte por una organización y una meta. Me leí el articulo y mi mente comenzo a sacar aplicaciones para otras cosas se los dejo.
PD: abstenerse comentarios de futbol puesto que este no es el objetivo
En el orden que se prefiera, los postulados son los siguientes:
1.- No depender de ninguna individualidad: el fútbol, como deporte colectivo, necesita sostenerse en cada uno de los elementos. La mecánica de movimientos que se produce en su interacción, siempre debiera ser la misma independiente de quién la ejecute. En la eliminatoria rumbo a Sudáfrica, según se daba la situación, Bielsa prescindía de jugadores (Valdivia y Vidal jugaron sólo la parte final del proceso) e inventó gran cantidad de variantes por puesto y todos rindieron en forma pareja; ¿por qué? porque simplemente se unían a una maquinaria donde había funciones específicas que cumplir. No se dependía ni de Sánchez ni del volante de creación ni de un hada madrina. Ahora hablamos de la urgencia de Valdivia, pero olvidamos que en la eliminatoria pasada jugó muy pocos partidos.
2.- Mecanizar Movimientos: si un jugador no tiene un movimiento asignado previamente, entonces tiende al desorden o tiende a depender de algo muy escaso y caprichoso: su propio genio. Si no se levanta en un buen día (como le pasó a Jiménez contra Venezuela), toda la estructura se resiente y desordena. Cuando un jugador está confundido en la cancha, debe apelar a su entrenamiento, que es la única manera de obtener herramientas para enfrentar la prueba. Hardy Paredes, boxeador osornino que recientemente ganó en Argentina una corona latinoamericana de la OMB, al ser requerido por la prensa sobre el gran pilar de su victoria, se despachó una frase memorable: “La pelea sólo es una prueba de suficiencia al entrenamiento realizado”. Amén.
3.- No esperar para atacar: en sus duelos de Copa América, Chile siempre desperdició el primer tiempo, salvo el partido contra Uruguay, donde jugó muy bien todo el partido. Pero en los demás, se vio mejor cuando se dieron dos factores: a) el rival ya nos había convertido un gol, y el tiempo se estaba acabando. ¿Resultado de la ecuación? Chile atacaba sólo bajo presión, no por iniciativa ni por la aplicación de los movimientos ensayados en el entrenamiento. La respuesta era anímica, no mecánica, aunque por cierto, ambas se necesitan y deben coexistir. Si se cuenta con los hombres adecuados, es preferible la acción a la reacción.
4.- No tender ni propiciar el desorden: todos los que nos iniciamos jugando a los 10 años con una pelota de trapo, en el patio de la escuela, sabemos muy bien que el desorden en el fútbol consiste en lo siguiente: todos corren detrás de la pelota. La limpieza de movimientos no existe porque el otro me estorba tanto si ataco como defiendo. El resultado de eso es que no hay partido. Y en muchos momentos de los encuentros que disputamos en esta Copa, vimos al juego de Chile caer en preocupantes pozos. Observar a Chile en esos primeros ’45 minutos contra Venezuela, fue ver una imagen del pasado, de la eliminatoria para Alemania 2006, cuando terminamos últimos en Sudamérica. Un equipo desordenado que no aplicaba su entrenamiento en la cancha, un muerto buscando su sepultura, por Dios.
5.- Hacer los cambios de inmediato: siempre que el Chile de Bielsa estuvo perdiendo, hizo un cambio rápidamente. Pasó contra Brasil en Santiago (entró Valdivia y lo expulsaron), pasó con Colombia de visita (entró Valdivia y fue la figura, cosas del destino). Si el rival saca ventaja en el marcador, la mecánica del conjunto necesita un nuevo impulso y tiempo para reacomodarse. Una vez que pasa arriba, lógicamente, el rival siempre buscará ralentizar las acciones, así que el tiempo a perder debe ser mínimo. Y un error importante que vimos en este torneo fue, precisamente, la demora en las sustituciones. Ese primer tiempo contra Venezuela (insisto, no es por ser majadero, pero fueron horribles) necesitaba un volantazo desde la banca rápidamente, sobre todo si el partido ya se iba perdiendo. Valdivia tenía que estar en la cancha mucho antes y Paredes debía ocupar el lugar de Beausejour en cuanto se observó que Vidal no estaba cumpliendo en absoluto con la labor que esa posición exigía.
6.- Aprovecha a tu compañero: si en el juego hay una mecánica colectiva, ésta requiere que ningún jugador la tenga por un tiempo excesivo. Lo mejor es controlar y pasar, así el juego se hace dinámico y agota al rival, que tiene que correr detrás de la pelota. Esto es lo que se llama “posesión”, cuyo gran misterio es pasársela a uno con la misma camiseta. Si los movimientos no están ensayados, hay tendencia del jugador a quedarse con la pelota o a hacer un movimiento de más. ¿Ejemplo en esta Copa? Sánchez en varios pasajes de todos los partidos. El tocopillano tiene la tendencia a caerse demasiado, a no seguir la jugada. Eso es simplificar su propia capacidad. Tirarse es la peor alternativa para la mecánica del juego, no así para el resultado final, pues si se tira dentro del área y gana un penal, entonces alabamos su picardía. Enseñanza: el fútbol es un deporte impreciso y de doble estándar.
7.- Ayuda a tu compañero: somos una maquinaria, una pieza de relojería. Yo conozco tu posición, se lo que debes hacer, por lo tanto, puedo relevarte en tu función y ocupar tu espacio de la cancha si la jugada lo demanda. La estructura se apoya en todos y puede prescindir de cualquiera, siempre que lo reemplace un compañero. No en el caso de una expulsión, donde por necesitarse tanto, ante la ausencia de uno toda la estructura se colapsa, como por desgracia le pasaba a la selección de Bielsa, que siempre que tuvo un expulsado, acabó perdiendo y en el mejor de los casos, empatando con sufrimiento. Uruguay, España, Ecuador, Brasil, contra todos ellos acusó de sobremanera al hombre expulsado, y ese sí que era un punto flaco en el modelo del rosarino. Algo que no le ocurre a los uruguayos, por ejemplo, que con uno menos siguen sólidos en su trinchera. Pregúntenle a los argentinos.
8.- Todo movimiento debe tener un propósito: aún recuerdo una cosa que me llamó singularmente la atención en el partido que Chile le ganó por 1 a 0 a Argentina, en el Estadio Nacional. En una jugada de ataque por la izquierda, conducido por Mark González antes de que saliera lesionado, la línea ofensiva chilena se formó de inmediato, salvo Suazo, que en vez de picar hacia el arco corrió hacia afuera sacando a pasear a Demichelis y abriéndole el centro de la zaga a Matías Fernández o a Jean Beausejour. Fue una maniobra espléndida, donde operó un movimiento totalmente inesperado y a la inversa de la lógica. Suazo no definía, pero abría el espacio. Medel desbordaba por su banda pasando por la espalda de Carmona y tiraba un centro atrás a ras de suelo. Eso, ya lo dije antes, había sido trabajado en el entrenamiento. El jugador más damnificado del equipo fue el Chupete, pero ¿fue culpa suya o de un equipo que no supo aprovecharlo a cabalidad? Y si la jugada exige ayudar o aprovechar a mi compañero, entonces con mayor razón, mi carrera en la cancha debe tener un sentido. Un sentido de estructura, quiero decir, no estoy hablando de metafísica.
9.- El equipo se protege: de todo, de los rivales, del árbitro, de ellos mismos, pero por sobre todo, se protege del peor enemigo que un equipo puede tener: los medios de comunicación. Las luces, las cámaras, las groupies, las portadas, el periodista deportivo que tiene buenos contactos. Todos ellos conspiran contra la armonía espiritual del grupo, y ahora sí estoy hablando de metafísica. El equipo vive para un objetivo material y uno moral, ético. Vive para la copa y vive por su propia dignidad. Eso es lo que se llama defender una escuela, jugar con amor y empeño por una camiseta. Y es por eso y para eso que el jugador acepta someterse a la disciplina que exige el entrenamiento. Cuando Ponce y Borghi salen diciendo que no se podía aspirar a ser campeón porque nunca antes hemos ganado la Copa, ¡es una invitación colectiva al Hara Kiri!. ¿Para qué rayos jugamos entonces? Bajo esa lógica, ni siquiera juguemos una eliminatoria pues como nunca hemos ganado el Mundial, es inútil que vayamos. Ese tipo de declaraciones desafían la inteligencia y paciencia de cualquiera, sobre todo pensando que si algo se había ganado en el último tiempo (un poquito, aunque sea) era la dignidad para pararse en cualquier cancha.
Pero evitemos montar en cólera y sigamos con nuestro análisis. Hemos llegado al último postulado de Bielsa, y es hora de respirar profundo y ponerse solemnes, porque hemos llegado a la orilla apacible del estanque en el que el rosarino, tan romántico como guerrero, se mira. El zumo, el néctar, el epítome de su visión sobre un equipo de fútbol, es el siguiente:
10.- Un gran equipo es aquel que no está condicionado por sus rivales: es decir, el Barcelona. Todos los equipos se someten a él, independiente de que puedan ganarle un partido con un contragolpe, como lo hizo el Real Madrid en la Copa del Rey. La suma de todas las virtudes, de todos los trabajos, nos da un equipo que impone su entrenamiento, es decir, su mecánica de movimientos. El rival juega sometido a eso, se encoje, se achica y sólo puede esperar que ocurran dos cosas a su favor: el error individual de un jugador rival, o un toque de fortuna. Y ese es el sueño máximo de cualquier entrenador que se autodefina como “ofensivo”.
Chile, con Bielsa, fue un equipo que en la cancha aplicaba su entrenamiento y que en Sudamérica, salvo ante Brasil, logró imponer su mecánica de movimientos. El mundial lo enfrentó a una España cuya base es el mejor equipo de la historia, y en octavos cayó ante los pentacampeones del mundo. Eso sí, siempre estuvimos aferrados a un libreto.
Al ver a esta nueva selección chilena, uno se queda con la duda si ese libreto lo están aprendiendo o perdiendo, porque finalmente no sabemos si jugamos bien o mal. Eso dando por descontado el resultado contra Venezuela, que en sí mismo es casi una afrenta para lo que se podía esperar de este equipo. De ahí que, por efecto de osmosis, tampoco conozcamos la verdadera cara de Borghi. Repito la duda de Basile: ¿es el campeón con Argentinos o el que terminó de hundir a Boca? Y es precisamente aquí donde tenemos que invitarle a que él mismo nos resuelva el dilema. La siguiente eliminatoria será la prueba de suficiencia al entrenamiento realizado. Si posee las herramientas, cosa que no me queda del todo clara, deberá demostrarlo. De lo contrario, el castillo corre riesgo de derrumbarse y si eso pasa, habrá hipotecado todo el respeto y cariño que con justicia se había ganado entre los hinchas. Y ojo, que así como la prensa tomó palco para ver la crucifixión del proceso anterior, también lo hará para ver la suya. La única fidelidad es con el negocio, maestro.
Borghi, eso sí, es un maestro ahí donde Bielsa era una gelatina: sabe manejar los medios a su favor y baja los niveles de presión con un chiste en la conferencia. Si antes los periodistas esperaban a que Bielsa hablara dos horas haciendo rodeos, tartamudeando, sudando, perdiéndose entre sus apuntes antes de decir algo tan simple como trágico (“no puedo trabajar con la nueva directiva”), ahora los periodistas esperan al Bichi para que les gaste una broma y hable de los jugadores y de las perspectivas del encuentro. Y los periodistas deportivos de la radio y la televisión que (salvo uno que otro caso más o menos honroso) no hicieron nada por defender el proceso anterior, ahora hacen cola para una entrevista en su dormitorio. Es parte, lamentablemente, de un tipo de publicidad y farándula, un sucedáneo del fútbol verdadero, que sólo se debiera darse en la cancha. En ese rectángulo de pasto, no cabe duda que Bielsa le saca muchos cuerpos de ventaja al actual entrenador, pero entonces volvemos sobre una figura anterior a él, que es la de los dirigentes, únicos responsables de su contratación. Y si comenzamos a tirar esa hebra, sabe Dios en la oficina de quién acabaríamos metidos. Un club parte por una directiva y lo que uno haga mal, redundará en el otro. Todo es una estructura, señores
La Copa América deja una lección final inquietante: los rivales juegan bien, son bien conducidos y la forma de superarlos es no apartarse ni medio centímetro del trabajo duro, de la disciplina deportiva, de la concentración. Que sea con Bielsa, Borghi, Pellegrini, el Clavito Godoy o Marcello Lippi (que no quiso venir porque “no le llamaba la atención el proyecto Chile”), pero que no se pierda el camino avanzado. Se prometió a un entrenador de elite y nos dieron a Borghi, quien enfrenta hoy su mayor desafío profesional pues recibió un bien aceitado auto de carreras y ahora no puede hacerlo correr como una citroneta. Lamentablemente, algo de ese ritmo se vio en varios pasajes de la Copa América. Si la selección quiere seguir subiendo y sacarle brillo a esta generación de grandes jugadores, tiene que volver a la raíz generadora de los buenos resultados: el entrenamiento. El entrenamiento específico. El entrenamiento con objetivos determinados. El entrenamiento lúcido. El laboratorio futbolístico.