La violencia entre cristianos y musulmanes despierta una y otra vez de forma abrupta a Nigeria de un sueño engañoso sobre la armonía entre ambos grupos religiosos, que representan cada uno al 50% de la población.
El último enfrentamiento violento se produjo el pasado fin de semana en Jos, capital del estado de Plateau y localidades aledañas. Y dejó más de 500 muertos, a machetazos y quemados, de la etnia cristiana berom, la mayoría de ellos mujeres y niños.
En enero tuvo lugar otro enfrentamiento que produjo más de 300 víctimas musulmanas en la misma zona. El motivo entonces fue una nimiedad. Se trataba de una disputa por la reconstrucción de una casa destruida en 2008 en otros enfrentamientos religiosos.
Hace algunas semanas la intervención de tropas del gobierno estacionadas en la región impidió nuevos combates, después de que un grupo de jóvenes cristianos atacara una marcha fúnebre. Los musulmanes querían enterrar a un niño en un cementerio reclamado por ambos bandos religiosos. Con cada nuevo ataque el odio crece aún más.
Plateau está en el límite entre los territorios del sur, de mayoría cristiana, y el norte musulmán. Ambos grupos religiosos cuentan con una representación más o menos similar en ese estado. Los Fulani Hausa, originarios del propio Jos, se sienten presionados por la llegada de los cristianos.
Las causas reales del conflicto suelen ser el éxito económico del otro, la competencia por el acceso al agua o los territorios fértiles para la agricultura y el ganado.
Debido a las proporciones étnicas de su población, Nigeria intenta cuidar puntillosamente de un equilibrio de fuerzas, para que ningún grupo pueda dominar al otro. En la jefatura de Estado, por ejemplo, se alternan el poder un cristiano y un musulmán.
Un año antes de las elecciones presidenciales, ese equilibrio empieza a desplomarse. Debido a una larga enfermedad del verdadero presidente, el musulmán Umaru YarAdua, el cristiano Jonathan ocupa, como su “segundo”, el cargo desde hace algunas semanas. Sobre todo los líderes musulmanes del norte observan la situación con desconfianza y advierten contra un posible dominio de los cristianos.
Para analistas, las rivalidades étnicas seculares, conflictos ligados a la tierra y frustraciones políticas son causas de la violencia en Plateau, y sostienen que los factores religiosos son secundarios.
Los berom constituyen uno de los principales grupos étnicos de Plateau, pero en los últimos años los ganaderos musulmanes del norte emigraron hacia esa región. Esos movimientos de población provocaron conflictos ligados a la tierra, particularmente fértil en esa región. “Es un conflicto entre locales y nómadas que tiene una coloración religiosa”, afirma Tajudeen Akanji, director del Centro para la Paz y la Solución de los Conflictos de la Universidad de Ibadan, de Nigeria.
El arzobispo católico de Abuja, capital de Nigeria, monseñor John Onaiyekan, dijo: “No se matan a causa de la religión sino por reivindicaciones sociales, económicas, tribales, culturales…”.
“Es étnico y político, no tiene nada que ver con la religión”, analiza Sulaiman Nyang, especialista de África y del islam en la Howard University de Washington.
“Es étnico y político, no tiene nada que ver con la religión”, analiza Sulaiman Nyang, especialista de África y del islam en la Howard University de Washington.
Un diputado del estado de Plateau destacó las frustraciones de la comunidad cristiana. “En cada elección ganan los hausas (etnia musulmana), para los nativos de la región es más difícil”. Ninguno de los administradores regionales pertenece a la etnia berom, señala. “Existe un sentimiento de injusticia”, en los berom, que temen ser dominados por los hausas y los fulanis, expresa Akanji, de la Universidad de Ibadan.
Las cifras sobre la población cristiana y musulmana son controvertidas. Debido a cuestiones políticas, desde 1963 no se han incluido preguntas sobre religión en ningún censo. Los resultados del censo de 1963 han sido ampliamente disputados. Tanto los musulmanes como los cristianos afirman ser la mayoría.
En 2007 Nigeria contaba con 135 millones de habitantes, siendo el país más poblado de África.
96 detenidos tras la masacre
Las fuerzas policiales y militares detuvieron a 96 hombres del clan musulmán Fulani Hausa, presuntos autores de la masacre. 19 de ellos llevaban machetes y cuchillos. En sus primeras declaraciones, los detenidos dijeron que se encontraban en una “misión de venganza”. El presidente Goodluck Jonathan destituyó a su asesor de seguridad como consecuencia de la matanza.
Mientras, varios cientos de víctimas fueron sepultadas, el lunes, en fosas comunes. Muchas de ellas eran niños pequeños y mujeres que fueron asesinadas con machetes. No hay ni siquiera ataúdes para la mayoría de las víctimas. “Hemos perdido a toda una futura generación”, denunció Da Philip Jang Kim, alcalde de una de las comunidades afectadas.
En los pueblos atacados se estacionan soldados para evitar nuevos enfrentamientos.
El grupo de DD.HH. Human Rights Watch (HRW) instó a Nigeria a procesar a los responsables de la masacre y poner fin a un ciclo de impunidad. “Este tipo de violencia terrible ha dejado miles de muertos en la última década, pero nadie ha sido sancionado”, dijo Corinne Dufka.