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Unidad Especial Japonesa 731

Depósito de Cadáveres del Escuadrón 731

Al terminar la Primera Guerra Mundial (en 1918), los médicos militares japoneses comenzaron a estudiar diferentes productos químicos y biológicos usados en los combates europeos (gas mostaza, etc.). El Comandante Terunobu Hasebe fue asignado para controlar los resultados obtenidos por un equipo de 40 científicos dirigidos por el doctor Ito. Pronto las observaciones del grupo demostraron que los productos se trataban de verdaderas armas, capaces de producir bajas masivas en las filas de los ejércitos enemigos. Para el orgulloso ejército japonés aquello resultó demasiado deshonorable. Sin embargo, esta actitud cambiaría tras el viaje de un entonces desconocido médico nipón a occidente: Ishii Shiro (graduado en la Universidad de Kyoto (1920) e inmediatamente ingresado en el ejército. En 1924 volvió a la Universidad de Kyoto para cursar estudios especializados. Se casó con la hija de Torasaburo Akira (rector de la universidad). Se doctoró en 1927. Cuando llegó a Europa ostentaba el cargo de agregado militar. Viajó en varias ocasiones a América durante dos años, familiarizándose con las investigaciones biológicas de los países Occidentales. A su regreso a Japón se consagró a promover, investigar y fabricar armas biológicas. Su teoría se basaba en que la guerra moderna sólo podría ser ganada con el uso de la ciencia y su capacidad para producir armas de destrucción masiva.

Ishii Shiro

Un hecho fortuito ayudó a implantar las teorías de Ishii: tras su regreso de Europa, un tipo de meningitis hizo su aparición en Shikoku. Ishii diseñó un filtro de agua especial que ayudó a parar la expansión de la enfermedad. Su capacidad como bacteriólogo comenzó a ser famosa, sobre todo en el ejército, donde presentó la epidemia como una muestra del resultado que podían dar sus armas científicas. Las armas biológicas industriales resultaban ideales para su país cuyos recursos naturales eran muy pobres. En plena carrera armamentística, poco importó su falta de moralidad. Ishii encontró partidarios poderosos de sus ideas en el ejército: el Coronel Tetsuzan Nagata (jefe de asuntos militares), el Coronel Yoriniichi Suzuki (jefe de lST -la sección táctica del Estado Mayor del Ejército Imperial-), el Coronel Ryuiji Kajitsuka (jefe de buró médico del ejército), y el Coronel Chikahiko Koizumi (cirujano jefe del Ejército).

El apoyo definitivo vino de la mano del Ministro del Ejército Sadao Araki (líder de la facción fundamenta-lista del ejército «proceder imperial»). El 18 de septiembre de 1931, Japón ocupó el todo del nordeste de China. Ishii y su unidad para investigación bacteriológica se establecieron al norte de Manchuria, en donde el ejército de Kuantung podía mantener un suministro ilimitado de prisioneros chinos para realizar toda clase de atroces experimentos en seres humanos. Al final de agosto del año 1932, Ishii llevó un grupo de 10 científicos de la Universidad Médica del Ejército hacer una gira de Manchuria y regresó con la decisión para asentar definitivamente su centro de investigaciones en un lugar cerca del rió Peiyin (20 kilómetros sur de Harbin). El centro se inauguró a finales de 1932 bajo el nombre de Unidad de Kamo (Unidad de Togo). Ishii fue promovido a coronel y recibió un presupuesto de 200.000 yens para su proyecto.

Decapitación de un piloto aliado

En 1936 se establecieron definitivamente dos unidades por orden de Emperador Hirohito: una era la unidad de Ishii («Prevención Epidémica y Sección de purificación de Agua del Ejército de Kuantung”-el nombre no se cambió a Unidad 731 hasta 1941-), que fue trasladada a una nueva base en Pingfan (20 kilómetros al sudoeste de Harbin). La segunda fue la Unidad de Yujiro Wakamatsu (“Sección de Prevención de la Enfermedad Veterinaria del Ejército de Kuantung”-Unidad 100-) estableciéndose en Mengchiatun (cerca de Changchun). En junio del 38, la Unidad 731 tuvo lista su base de Pingfang que ocupaba un área de 32 kilómetros cuadrados ocupada por 3.000 personas (entre científicos y técnicos). En la campaña del 13 de agosto del 37 y ante la atenta mirada de las armadas occidentales, el ejército japonés usó gas venenoso contra las tropas chinas. Antes de entrar en guerra contra los aliados, Japón usó por lo menos en cinco ocasiones productos de guerra bacteriológica en China, intentando producir epidemias y plagas: el 4 de octubre de 1940 (un avión japonés dejó caer bacterias en Chuhsien -provincia de Chechiang- causando la muerte de 21 personas), el día 29 de octubre (un avión japonés lanzó bacterias sobre Ningpo -en Chechiang- matando a 99 personas), el 28 de noviembre del 40 (varios aviones nipones habían dejado caer gérmenes en Chinhua – sin provocar víctimas) y en enero 1941 (Japón extendió gérmenes en Suiyuan y Shansi causando epidemias de cierta importancia).
Soldado disectado en vida sin anestecia

Soldado disectado en vida sin anestecia

Estados Unidos, ante estos resultados no tomó el programa biológico japonés en serio, posiblemente porque Japón estaba muy lejos y no podría lanzar un ataque masivo contra el territorio estadounidense. Los informes de la época también afirman que los militares estadounidenses creían que los japoneses serían incapaces de desarrollar sofisticadas armas biológicas sin la ayuda de “hombres blancos”. En agosto 1942, el periódico médico Rocky Mountain publicó un largo artículo con el título «Pruebas de guerra de gérmenes japonesas contra chinos” asombrando a los desprevenidos americanos. Entre el gran número de prisioneros japoneses capturados en el Pacífico Sur se habían localizados a médicos especializados en la guerra de destrucción masiva. Se averiguó que Japón sólo les había dejado saber lo que les convenía antes de entrar en guerra. Su programa se encontraba mucho más avanzado de lo que jamás habían sospechado los americanos, que se enteraron entonces que Tokio era el centro para la experimentación biológica. Por primera vez surgió el nombre de Ishii Shiro como precursor de la guerra biológica japonesa con su unidad camuflada como especialistas en prevención epidémica tras la oficina principal de purificación de agua a Harbin. De pronto, el tamaño de Unidad 731 y sus bombas de gérmenes y virus resultaron un peligro real para los EE.UU.

La enorme distancia que separaba a Japón de Estados Unidos parecía su protección más segura, pero los japoneses habían ideado un sistema increíblemente sencillo y barato de alcanzar el continente enemigo: varios sumergibles nipones ya habían lanzado globos con cargas incendiarias sobre las costas de Estados Unidos y Canadá. Los aliados los consideraban como un arma ridícula que no obtenía ningún resultado, sólo producía pequeños incendios. Aquellos incendios eran observados desde los sumergibles anotándose el éxito o el fracaso de alcanzar la costa, de tal modo que Ishii y sus hombres pudieran calcular la cantidad de globos que se debían lanzar con armas biológicas para que, pese a los fallos, su resultado fuera letal. Los globos (denominados “Fugo”) resultaron un peligro real e inesperado. Sólo una semana después de que Japón se rindiera, el coronel Sanders se encontraba entre el primer grupo de americanos que aterrizó en Japón. Su misión era localizar la máquina de guerra biológica japonesa y al propio Ishii lo más pronto posible. En los siguientes tres meses, Sanders interrogó a muchos miembros militares y científicos de Unidad 731 (entre ellos a Yoshijiro Umezu -Jefe del Personal del Ejército de Kuantung-), al Comandante en Jefe del Ejército (el diputado coronel Tomosa Masuda), al especialista Jun’ichi Kaneko, pero no al propio Ishii, que siempre se le escapaba de las manos.

En septiembre de 1945, Sanders descubrió que la Unidad 731 estaba envuelta en horrorosos experimentos con humanos. Informó al general MacArthur de las increíbles torturas y suplicios por los que habían pasado, no sólo los presos chinos, sino los propios americanos, el general contestó: «Necesitamos más evidencias. Simplemente no podemos actuar sin más. Siga yendo. Haga más preguntas. Y quédese callado sobre todo esto». Sanders estuvo sólo diez semanas en Japón pues comenzó a sentirse enfermo. Se trataba de una tuberculosis que tardó en curar dos años. La segunda fase de investigación fue realizada por el teniente coronel Arvo T. Thompson (veterinario). Cuando Coronel Thompson llegó a Japón, el Tribunal Militar Internacional para el Lejano Este apenas había comenzado sus juicios sobre los criminales de guerra japoneses. Por fin fue localizado Ishii Shiro. Intentando ocultarlo a los soviéticos se le declaró muerto, se publicó la noticia en los periódicos y se simuló un entierro en su pueblo natal. El interrogatorio de Ishii duró desde 17 de enero al 25 de febrero de 1946. Ishii cambió sus conocimientos no sólo por su indulto y el de sus hombres, sino también por que fuera borrado por completo su historial y pudiera llevar una vida normal. Ishii, tras su estancia en Estados Unidos, volvió a Japón recibiendo los máximos honores.

Murió en 1959 de un cáncer en la garganta tras haber sido gobernador de Tokio, presidente de la Asociación Médica y del Comité Olímpico de Japón en la posguerra. Aquella protección a unos científicos que causaron el sufrimiento y el dolor sin el menor remordimiento repelió a muchos de los americanos que intervinieron en su protección y ocultamiento. El coronel Thompson terminó suicidándose y el general MacArthur se manifestó en contra de aquella actuación de su gobierno y fue retirado de la misión por petición propia. Experimentos con seres humanos similares a los realizados por el grupo de Ishii, se habrían condenado como crímenes de guerra por el Tribunal Militar Internacional en el juicio contra los criminales de guerra nazis, comenzado en Nüremberg (30 de septiembre de 1946), sin embargo, el gobierno de Estados Unidos perdonó a los científicos japoneses a cambio de sus secretos en la guerra bacteriológica amparándose en la excusa de que se aproximaba un posible enfrentamiento con la Unión Soviética.

Algunos de los terribles y macabros experimentos llevados a cabo por la Unidad 731 de Ishii son:

  •  Diseccionaban a personas vivas para experimentos de laboratorio y, en ocasiones, asesinatos llevados a cabo simplemente para documentar la muerte. El número de personas utilizado para este fin iba de las 400 a las 600 anualmente.
  •  Desencadenaron en varios sujetos todo tipo de enfermedades infecciosas (cólera, tifus, pestilencia, ántrax, difteria y disentería).
  •  Congelaban a los prisioneros y los sometían a técnicas de deshidratación severas y documentaban la agonía que sufrían los cautivos.
  •  Exponían a los presos a bombas para aprender a curar a los heridos japoneses.
  •  Bombardearon poblados y ciudades chinas con pulgas infectadas
  • Dieron a los niños golosinas infectadas con ántrax.
  • Tras cometer estas atrocidades en los civiles (tanto adultos como niños) entraban en los pueblos bombardeados con pulgas para comprobar los daños a la población y se llevaban enfermos todavía vivos para abrirlos y perfeccionar el arma.
  • Contaminaron las fuentes de agua.
  • Algunos de los experimentos llevados a cabo allí incluían inyectar a los sujetos bacterias causantes de la peste bubónica producidas en moscas infectadas, para luego registrar la evolución de la enfermedad e incluso disecarlos mientras permanecían conscientes.
  • Los médicos nipones de la Unidad 731 no dejaron nada sin probar: hongos, fiebre amarilla, tularemia, hepatitis, gangrena gaseosa, tétano, cólera, disentería, fiebre escarlata, ántrax, muermo, encefalitis de las garrapatas, fiebre hemorrágica, difteria, neumonía, meningitis cerebroespinal, enfermedades venéreas, peste bubónica, tifus, tuberculosis y otras endémicas de China y Manchuria.
  •  Realizaron pruebas con cianuro, arsénico, heroína, con veneno de serpientes y de pez erizo. En este programa murieron más de 10.000 personas.
  • Algunos reclusos murieron como consecuencia de las investigaciones, otros fueron ejecutados cuando quedaron tan débiles que no podían continuar siendo utilizados en la Unidad 731 y en otros tantos casos se hicieron tests con insectos y todo tipo de gérmenes.
  • Se probaba la resistencia humana al botulismo, ántrax, brucelosis, cólera, disentería, fiebre hemorrágica, sífilis y también la resistencia a los rayos X.

Existe material uan pelicula que trata de recrear para mostrar la mundo estos experimentos para que no queden impunes ademas de documentales. Lastimsamente poco material en español.

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=WHf9RxGBBW4]

4 comentarios

  1. Escante dice:

    Realmente terrible como el ser humano puede llegar a cometer estos delitos, asi nos hacemos llamar »animales racionales» cuando lo ultimo que usamos es la razon, ni los animales matan por matar como nosotros lo hacemos, ni los animales causan guerras contra otros de su especie, la calificacion de »animales racionales» para nosotros, es un insulto para los animales.

  2. Gabrile dice:

    la verda que dios nos tendría que matar a todos ahora mismos sea bueno o malo, tanta piedad nos tiene que el lo ve todo

  3. ChLa dice:

    Según ser un humano es pensar racionalmente a la «vida» ya sea de nosotros mismos siendo un poco redundante y con los prójimos, hay diferentes sentimientos, pensamientos y actitudes que nos diferencian de los animales, pero que tal si nosotros somos los animales, no actuamos por instinto sino por razón y cada vez que estamos en situaciones difíciles los pensamientos varían pueden ser mas bizarros o las «decisiones buenas» pueden matan sin pensar que abra una consecuencia sin haber algún motivo que represente supervivencia aunque eso parezca, tal vez es eso, es gusto en saber que las demás personas son inferiores, tal vez las personas actúan así por querer ser un ídolo hacia las personas mas débiles, si muere alguien bueno o malo no importa tanto es el ciclo de la vida pero hay personas que se reusan a ver que todos somos iguales ser eternos o simplemente ser monstruos en este mundo…

    1. Tri4C3 dice:

      te invitamos a ir a nuestra nueva web

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