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caridad

“DAR” ES LA MEJOR FORMA DE COMUNICACION

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Ecle 11:1-2  Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.

Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.

La Teletón ¡Que Verguenza! – Sergio Solis

Bueno todos los que siguen el blog desde sus inicios saben que no comulgo con la idea de la TELETON (una herramientas para limpiar el rostro de empresas siendo de que sacan jugosas ganancias y lucro, tampoco de la farandulización, y por sobre todo la externalizacion del acto de la solidaridad… compra compara que así eres solidario). Uno de los aspectos importantes de porque una teleton? es tocado en este articulo donde aun se puede demostrar que con una REAL solidaridad podríamos ayudar mucho más… no tiene perdida. Por favor leanlo.

 

Hace ya varias semanas que no he podido tener una conversación larga con mi abuela. Está cada día más delicada y ella se cuida mucho.

Ayer la encontré instalada frente al televisor. Los sábados por la tarde ella, por lo general, está leyendo algún libro o jugando bridge con un programa de computador que le regalé hace un par de años.

Estaba bastante absorta en las imágenes que mostraban la historia de superación de varios niños y sus atribulados padres. Sus ojos estaban más brillosos que de costumbre.

¿Fuiste ya al banco para hacer tu aporte? me preguntó apenas me senté a su lado.

Todavía no he ido, le contesté. Tú sabes que siempre voy tarde.

Abrió su bolso y me entregó un cheque. Siempre me ha llamado la atención que ella no ha perdido la noción del valor del dinero y que aún maneja su cuenta corriente (no ha sido posible que use tarjetas de crédito o transferencias electrónicas).

Guardé su cheque y puse atención a la televisión. Leonardo Favio cantaba “Ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora”. ¡Perdón, era un imitador!, no cualquiera, era don Francisco y lo hacía muy bien.

Pregunté si alguno de mis hijos pequeños me quería acompañar al banco, y al no recibir respuestas positivas, partí a la sucursal más cercana. Estaba bastante lleno de personas haciendo sus aportes. Debí buscar un talón de depósito. Lo obtuve desde un mesón y saqué el cheque que me había entregado mi abuela. No lo podía creer: el aporte de mi abuela era varias veces el mío.

Me asaltó un ataque de vergüenza y mejoré el mío. Pensé que si ella, que tiene ingresos bastante menores hacía ese esfuerzo, yo no podía ser tan poco generoso (igual el de ella fue mucho más que el mío).

Llegué a la caja y pasé los cheques con los talones. El cajero verificó las cantidades y me pasó un puñado de “pulseras de Teletón” (yo había pensado pedirle tres y recibí más de quince).

Cuando volví a casa, mi abuela estaba llorando.

Pensé que el motivo era el programa cargado de emoción que en ese instante se transmitía. Igual le pregunté: abuela, ¿qué te ocurre?

Tengo mucha rabia, me contestó. La Teletón estaba muy bien cuando partió. Éramos un país pobre. Hoy no es posible que este país no sea capaz de entregar los recursos necesarios para resolver los problemas de esta fundación. ¡Son apenas 36 millones de dólares por año!

Abuela. El país siempre cumple la meta. Siempre entrega los dineros necesarios.

Me quedó mirando y exclamó: ¡Por favor, me refiero a que el Estado debe entregar los recursos suficientes para esta fundación!

Abuela. El Estado no tiene dinero para todos los requerimientos de la población. Has visto lo de educación. Son miles de millones de dólares. Es probable que para resolver tanto requerimiento sea necesaria una reforma tributaria.

Me quedó mirando, sacó su calculadora y fue repitiendo: somos 17 millones de chilenos; si al 80% más pobre no le pedimos nada, y al 20 % más rico le pedimos un dólar por mes por persona, tendríamos 40,8 millones de dólares por año. Más que la meta de la Teletón.

Luego de su cálculo me tranquilicé. Se disiparon mis dudas respecto al monto de su donación. Mi abuela sabe cuánto vale el dinero.

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