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Moisés  cuando dio muerte al egipcio, había caído en el mismo error que cometieron tan a menudo sus antepasados; había intentado Realizar por Sí Mismo lo que DIOS había PROMETIDO  HACER. Dios no se proponía libertar a su pueblo mediante la guerra, como pensó Moisés, sino por su Propio gran Poder, para que la Gloria fuese atribuída sólo a él. No obstante, aun de este acto apresurado se valió el Señor para cumplir sus propósitos. Moisés No estaba preparado para su gran obra. Aun tenía que aprender la misma lección de Fe que se les había enseñado a Abrahán y a Jacob, a no depender, para el cumplimiento de las promesas de Dios, de la Fuerza y Sabiduría Humanas, sino del PODER  DIVINO. Había otras lecciones que Moisés había de recibir en Medio de la Soledad de las Montañas. En la escuela de la ABNEGACION y las DUREZAS había de Aprender a ser Paciente y a Temperar sus Pasiones. Antes de poder gobernar sabiamente, debía ser  ENTRENADO PARA OBEDECER. Antes de poder enseñar el conocimiento de la divina voluntad a Israel, su propio corazón debía estar en plena armonía con Dios. Mediante su propia experiencia debía prepararse para ejercer un cuidado paternal sobre todos los que necesitasen su ayuda.

El SER HUMANO se habría EVITADO ESTE LARGO período de TRABAJO y OSCURIDAD, POR CONSIDERARLO COMO UNA GRAN Pérdida de Tiempo. Pero la Sabiduría infinita determinó que el que había de ser el LIDER de su pueblo pasara cuarenta años haciendo el humilde trabajo de pastor. Así Desarrolló Hábitos de atento cuidado, OLVIDO de Sí MISMO y Tierna Solicitud por su rebaño, que le PREPARARON para ser el COMPASIVO y PACIENTE Pastor de Israel. Ninguna Ventaja que la Educación o la cultura humanas pudiesen OTORGAR, Podría Haber Substituído a esta Experiencia.

Moisés había aprendido muchas cosas que DEBIA DESAPRENDER. Las influencias que le habían rodeado en Egipto, el amor a su madre adoptiva, su propia elevada posición como nieto del rey, el libertinaje que reinaba por doquiera, el refinamiento, la sutileza y el misticismo de una falsa religión, el esplendor del culto idólatra, la solemne grandeza de la arquitectura y de la escultura; todo esto había dejado una profunda impresión en su mente entonces en desarrollo, y hasta cierto punto había amoldado sus hábitos y su carácter. El Tiempo, el Cambio de Ambiente y la COMUNION CON DIOS  podían hacer desaparecer estas impresiones. Exigiría de parte de Moisés mismo casi una lucha a muerte renunciar al error y aceptar la verdad; pero Dios sería su ayudador cuando el conflicto fuese demasiado severo para sus fuerzas humanas.

En todos los escogidos por Dios para llevar a cabo alguna obra para él, se notó el elemento humano. Sin embargo, no fueron personas de hábitos y caracteres estereotipados, que se conformaran con permanecer en esa condición. Deseaban fervorosamente obtener sabiduría de Dios, y Aprender a Servirle. Dice el apóstol: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente. Sant 1:5. Pero Dios no dará luz divina al hombre mientras éste se halle contento con permanecer en las tinieblas. Para recibir ayuda de Dios, el hombre debe Reconocer su Debilidad y Deficiencia; debe Esforzarse por Realizar el Gran Cambio que ha de Verificarse en él; debe comprender el VALOR  de la ORACION y del Esfuerzo Perseverantes. Los malos hábitos y costumbres deben desterrarse; y sólo mediante un decidido esfuerzo por corregir estos errores y someterse a los sanos principios, se puede alcanzar la victoria. Muchos no llegan a la posición que podrían ocupar porque esperan que Dios haga por ellos lo que él les ha dado poder para hacer por sí mismos. Todos los que están capacitados para ser de utilidad deben ser educados mediante la más SEVERA DISCIPLINA MENTAL y MORAL; y Dios les ayudará, uniendo su poder divino al esfuerzo humano.

Enclaustrado dentro de los baluartes que formaban las montañas, Moisés estaba Solo con Dios. Los magníficos templos de Egipto ya no le impresionaban con su falsedad y superstición. En la solemne grandeza de las colinas sempiternas percibía la majestad del Altísimo, y por contraste, comprendía cuán impotentes e insignificantes eran los dioses de Egipto. Por doquiera veía escrito el nombre del Creador. Moisés parecía encontrarse ante su presencia, eclipsado por su poder. Allí fueron barridos su Orgullo y su Confianza Propia. En la austera sencillez de su vida del desierto, desaparecieron los resultados de la comodidad y el lujo de Egipto. Moisés llegó a ser paciente, reverente y humilde, “muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Números 12:3), y sin embargo, era fuerte en su fe en el poderoso Dios de Jacob.

A medida que pasaban los años y erraba con sus rebaños por lugares solitarios, meditando acerca de la condición oprimida en que vivía su pueblo, Moisés repasaba el trato de Dios hacia sus padres, las promesas que eran la herencia de la nación elegida, y sus oraciones en favor de Israel ascendían día y noche. Los ángeles celestiales derramaban su luz en su derredor. Allí, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribió el libro de Génesis. Los largos años que pasó en medio de las soledades del desierto fueron ricos en bendiciones, no sólo para Moisés y su pueblo, sino también para el mundo de todas las edades subsiguientes.

 

La época de la liberación de Israel había llegado. Pero el propósito de Dios había de cumplirse de tal manera que mostrara la insignificancia del orgullo humano. El libertador había de ir adelante como humilde pastor con sólo un cayado en la mano; pero Dios haría de ese cayado el símbolo de su poder.

 

Moisés había sido instruido tocante al galardón final que será dado a los humildes y obedientes siervos de Dios,  en comparación con el cual la ganancia mundanal se hundía en su propia insignificancia. El palacio de Faraón y el trono del monarca fueron ofrecidos a Moisés para seducirle; pero él sabía que los placeres pecaminosos que hacen a los hombres olvidarse de Dios imperaban en sus cortes. Vió más allá del esplendoroso palacio, más allá de la corona de un monarca, los altos honores que se otorgarán a los santos del Altísimo en un reino que no tendrá mancha de pecado. Vió por la fe una corona imperecedera que el Rey del cielo colocará en la frente del vencedor. Esta fe le indujo a apartarse de los señores de esta tierra, y a unirse con la nación humilde, pobre y despreciada que había preferido obedecer a Dios antes que servir al pecado.

 

Elena de White (Patriarca y Profetas).

 

      * Los Elegidos de Dios, son enviados por èl , al Desierto, para que desaprendan lo que aprendieron en Egipto, EL SEÑOR Mismo se encarga de su Educacion, solo en la Soledad se puede disernir  la VOZ DEL SEÑOR.

 

¿Esta pasando por el Desierto en tu vida Hoy? alegrate y gozate en Jehova, porque èl esta dirigiendo tu vida, y la Victoria es SEGURA, tal como lo fue para Moises. !!!! El cual fue Elegido para liberar al pueblo de Dios de Egipto y la Apostacia.

 

.-.-.-.La Escuela de los Profetas  Siempre a estado en la SOLEDAD DE LA NATURALEZA .-.-.

 

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