Wilson Borba
Algunos lectores superficiales de la Biblia, y de la hermenéutica refutable, toman un texto fuera del contexto, y de él hacen un “credo”. Razonan que si la palabra espíritu: ruach en el Antiguo Testamento, y pneuma en el Nuevo Testamento, significa viento, entonces el Espíritu Santo es solo un viento o energía que procede del Padre y del Hijo. Ahora, esto es una falacia, una manipulación sofística inaceptable, que no resiste un amplio examen de las Escrituras. “Jesús nunca llamó al Espíritu Santo “esto” cuando hablaba de él. En Juan 14, 15 y 16, por ejemplo, Jesús habló del Espíritu Santo como “Él”, porque no es una fuerza o una cosa, sino una persona”.[1] Como el nombre Jesús indica la función que cumpliría (Mateo 1:21), el nombre Espíritu Santo indica su propia función. Él daría el aliento de vida, tanto en la creación (Salmo 104:30) como en la redención (Ezequiel 37:9-14; Juan 3:5-8); y trabajaría en el proceso de inspiración de las Escrituras (ver 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20, 21).[2] Y estas son funciones de una persona.
Observemos algunas evidencias de que el Espíritu Santo tiene personalidad. Habla. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:7). Le podemos mentir. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” (Hechos 5:3, 4). Podemos insultarlo (Hebreos 10:29). Además, intercede (Romanos 8:26). Testifica (Juan 15:26). Guía (Juan 16:13). Convence (Juan 16:7, 8). Ordena (Hechos 16:6, 7). Nombra (Hechos 20:28). El Espíritu Santo tiene mente (1 Corintios 2:11). Tiene emociones (Efesios 4:30). Tiene voluntad (1 Corintios 12:7-11).
Como notamos, el Espíritu Santo es una persona, pero no cualquier persona. Es Dios. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? […] No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3, 4). Es eterno, siempre existió. “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14). Es todopoderoso (Lucas 1:35). Es omnipresente, está en todo lugar (Salmo 139:7). Es omnisciente, sabe todo (1Corintios 2:10, 11). Es el Creador (Génesis 1:2) y resucita muertos (Efesios 1:20).
Personas distintas
Amigo lector, note que las Escrituras no confunden los integrantes de la deidad. Son tres personas distintas. El Padre es una persona (Mateo 6:6, 9; Juan 17:1). El Hijo es otra persona (Mateo 16:16, 17; Juan 3:16), y el Espíritu Santo es otra persona (Juan 16:7; Hebreos 3:7). Observe el siguiente texto: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16).
¿Qué vemos en este texto? El Hijo de Dios está hablando a sus discípulos. ¿A quién dijo que rogaría? Al Padre. ¿Qué pediría al Padre? Rogaría al Padre que enviase otro Consolador. Cristo presenta al Espíritu Santo en este texto como ἄλλον Παράκλητον. Las palabras allós Parakletos significan “otro Consolador” u “otro Ayudador”. El término allós significa “otro de la misma especie” u “otro de la misma clase” u “otro igual”. “Visto que la palabra griega allós significa “otro de la misma clase”, se deduce que el Espíritu Santo era de la misma clase que Cristo, a saber, una persona divina”.[3]
Jesús fue el Consolador de los discípulos y ahora que regresaría junto al Padre no los dejaría huérfanos. El Espíritu Santo estaba con ellos, pero hasta allí ellos no sintieron su falta, evidentemente debido a la presencia del Hijo de Dios. Pero, no quedaron sin su presencia personal y visible, sentirían la necesidad de un Consolador. Conforme a la promesa de Cristo, la persona del Espíritu de Verdad no solo estaría con ellos, sino que habitaría en ellos. ¡Qué maravilla y bendición extraordinaria tener el Espíritu Santo, no simplemente con nosotros, sino habitando en nosotros!
Pluralidad en la divinidad
Las Escrituras presentan una pluralidad en la divinidad (Génesis 1:26; 3:22; 11:7; Isaías 6:1-4, 8; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:13).[4] Son tres personas divinas. El Padre es Dios (Génesis 1:1, 2; Juan 20:17); el Hijo es Dios (Juan 1:1-3; 20:28; Hebreos 1:8; 1Juan 5:20); y el Espíritu Santo también es Dios (Hechos 5:4).
Pero, por otro lado, paradójicamente las mismas Escrituras también declaran que Dios es una ekad o unidad (Deuteronomio 6:4); que hay un solo Dios (Efesios 4:4-6), y que “Dios es uno solo” (Santiago 2:19). La posición bíblica de la unicidad de Dios no admite más que un solo Dios.[5] Estamos frente al misterio de la Trinidad divina, o sea, un Dios en tres personas. Las tres personas son distintas, pero son una misma esencia o naturaleza. ¿Esto hiere su lógica humana? Es una prueba de humildad. Un consejo: “quite las sandalias de sus pies, porque este lugar es tierra santa”. Ellos son los mayores poderes del Universo. El Padre en el “trono del Universo” (Daniel 7:9; Apocalipsis 4:9-11), el Hijo en el “trono de la gracia” (Marcos 16:19; Hebreos 4:16) y el Espíritu Santo en el “trono del corazón” (1 Corintios 3:16; 6:19, 20). Ellos actuaron juntos en la obra de la creación (Génesis 1:1, 2, 27; Juan 1:1-3, 14), y también actuaron en la redención (Mateo 26:39, 42; Lucas 3:22; Juan 3:3, 5, 14-16). Una de las características más importantes de la deidad es su subordinación funcional. El Padre primero. Le sigue el Hijo; y el Espíritu Santo por último. El Antiguo Testamento habla más del Padre, y el Nuevo Testamento más del Hijo. El Antiguo Testamento introduce aspectos básicos de la Cristología y de la Pneumatología.[6] A su vez, en el Nuevo Testamento el estudio de la Cristología inaugura la era de la Pneumatología. Ninguna persona de la deidad es inferior a la otra. La secuencia no perjudica la igualdad, pues es solo cuestión de funcionalidad cronológica. Es un solo y el mismo Dios en Naturaleza, propósito y acción. Elena de White declara: “Hay tres personas vivientes en el trío celestial; […] el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.[7]
Amigo lector, hay una terrible advertencia en cuanto a resistir al Espíritu Santo. “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12:31, 32).
En este texto hay una aparente posición destacada o superioridad del Espíritu Santo en relación al Hijo de Dios. Nuevamente, no es asunto de jerarquía, sino de función, pues es el Espíritu Santo la persona que nos convence “de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Jesús advirtió a sus oyentes contra despreciar y resistir la actuación del Espíritu santo al punto de tener una conciencia cauterizada.[8] Una manera de llegar a ese punto es dudar de la personalidad de la divinidad del Espíritu Santo.
¿Usted desea que 2017 sea el año del Espíritu Santo en su vida? Permita que lo guíe a través de la Biblia. Y acepte a Jesucristo como su Señor y Salvador.
[1]Este artículo presenta algunas contribuciones de Billy Graham en: O Espírito Santo (São Paulo: Sociedade Religiosa Edições Vida Nova), 12. Para un estudio más detenido sobre el Espíritu Santo ver: Creencias de los adventistas del séptimo día (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007); Fernando L. Canale, “La doctrina de Dios” en Tratado de teología adventista, editado por Raoul Dederen (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2011).
[2]La expresión “inspirada por Dios” en 2Timoteo 3:16 es traducción del griego θεόπνευστος (theopneustos) que significa “soplada por Dios”. A la luz de 2 Pedro 1:21, se indica la divinidad del Espírito Santo.
[3]Fernando L. Canale, “La Doctrina de Dios”, en Teología: fundamentos bíblicos de nuestra fe, vol. 2 (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2005), p. 95.
[4]Ibíd., 74.
[5]Ibíd. 72, 73.
[6]Pneumatología es el estudio de la Persona divina del Espíritu Santo.
[7]Elena G. de White, El evangelismo (Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana), p.446.
[8]Edwin Reynolds, “¿Qué es el pecado imperdonable?”, en Interpretación de las Escrituras, ed. Gerhard Pfandl (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2012), p. 258-260.