Los instrumentos musicales del templo
Dios indicó qué instrumentos debían usarse en el Santuario. ¿Qué podemos aprender de esas instrucciones para aplicar a la música en la iglesia actual?
Cuando Dios ordenó a Moisés que construyera el Santuario, le dio minuciosas instrucciones en cuanto al plano del edificio y el diseño de cada uno de los muebles y los utensilios (Éxo. 25:8, 9). La última parte del libro de Éxodo presenta en forma detallada esas pautas y la forma en que se ejecutaron. Luego, el Señor estableció el sistema de sacrificios y ofrendas, tanto para el servicio diario como para las fiestas anuales. El libro de Levítico registra qué elementos debían ofrecer en cada caso y de qué manera tenían que hacerlo.
Moisés registró ciertos detalles que muestran el deseo divino de que el Santuario y su ritual tuvieran belleza. La decoración de los muebles, el bordado del cortinado y de las vestiduras sacerdotales, y la composición del incienso son algunos ejemplos de este propósito.
Sin embargo, es sorprendente que el Pentateuco no contenga pautas respecto de la música en el Santuario. Sólo se mencionan dos trompetas de plata, pero éstas fueron construidas primariamente “para convocar la congregación, y para hacer mover los campamentos” (Núm. 10:1). Frecuentemente se usaban para dar la voz de alarma. Es natural que su función haya sido limitada, pues, en la antigüedad, las trompetas no tenían válvulas ni llaves, de modo que no podían producir una melodía, sino solamente un sonido fundamental con sus armónicos (por ejemplo: do, sol, do una octava más agudo, mi y sol). Con ellas, a lo sumo se podía emitir las notas que se suelen tocar para una clarinada.
Después de que los israelitas entraron en la tierra prometida, Dios agregó instrucciones con respecto a la música del Santuario. Para ello, utilizó a David, que por indicación divina estableció qué instrumentos debían ser utilizados y organizó el ministerio musical de los levitas. Moisés erigió el tabernáculo; David lo llenó de música.
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